Cuando la edad es una cuestión de actitud ante la vida

Mi tía Maribel viene casi todos los años a Ontinyent a visitar a unas amigas de la infancia: Rosario, más conocida como Totó y Carmen, dos hermanas centenarias con 101 años y 105, respectivamente. El sábado estuvo en casa de mi hermana Patricia que nos preparó una cena merienda deliciosa, cuidando hasta el más mínimo detalle, como es habitual en ella.
Mi tía Maribel con mi sobrino Wen y mi hermana Patricia (Foto: Lucía J.) Mi tía vino acompañada de su hija Begoña y de su marido Iñigo. Tiene 4 hijos, 7 nietos y 20 biznietos. El próximo 27 de febrero cumplirá 94 años. Es la menor de 6 hermanos: Pepe, Vicente, Patricio, Faustino y Gabriel, este último asesinado en la Guerra Civil, junto a su padre y un tío suyo. Es la última de una saga familiar muy vinculada a Ontinyent,donde su padre. José Simó Marín, fundó en 1919 la empresa textil Paduana. Hay una foto icónica de mi tía Maribel cuando tenía ocho o nueve años, cogida de la mano de su hermano Pepe Simó por las calles de Ontinyent, una vez finalizada la Guerra Civil. Aunque vivió unos años en Valencia donde mi tío Javier que era militar de carrera estuvo destinado desde hace muchos años reside en Madrid con sus hijos. Mi tía se ha ganado el cariño de todos. Es una persona buena en el sentido más amplio de la palabra. Es una mujer fuerte, valiente y profundamente generosa. Durante la pandemia superó con éxito el Covid y una neumonía que la hizo permanecer ingresada en el hospital varias semanas. Cuando llegué a casa de mi hermana me dio un abrazo de los que no se olvidan. Hacia un par de años que no la veía y la encontré estupendamente. Muy lúcida y, sobre todo, con unas ganas de vivir tremendas. A pesar de sus casi 94 años, mi tía Maribel es una mujer joven de espíritu. De profundas convicciones religiosas. Envejecer no es una cuestión de edad sino de actitud frente a la vida y en este sentido mi tía Maribel es una mujer joven. Pese a los años que lleva viviendo en Madrid sigue hablando el valenciano a la perfección. Recuerdo los veranos en el Maset de Chiner. Una espléndida finca que tenían en Bocairent, hoy convertida en un hotel de lujo y donde todos los veranos solía ir a pasar un par de días con mi primo Nacho. Había que recorrer una enorme alameda rodeada de pinos antes de entrar a la finca. De su fascinante arquitectura recuerdo su estilado torreón modernista y sus hierros de forja de los balcones.

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