Privilegiados de la vida

A pesar de la enorme sequía, el campo está esplendoroso en esta época del año. El verde intenso de los viñedos se mezcla con el color tierra de los campos recién labrados que el agricultor sigue cuidando con mucho mimo. Vivir en el campo y en un territorio como es Fontanars dels Alforins, un pequeño pueblo del interior de la provincia de Valencia de poco más de 800 habitantes, rodeado de viñas, olivares y almendros es un privilegio que muchas veces por tenerlo cerca no le damos la importancia y el valor que tiene.

Cuidar el entorno y ser respetuoso con el medio ambiente es algo que nos afecta a todos. No sé qué clase de mundo vamos a dejar a las generaciones futuras porque el ser humano es muy egoísta por definición, pero en nuestras manos está poner nuestro pequeño grano de arena para que la situación no sea irreversible de verdad. La naturaleza es generosa. Por poco que le demos es capaz de devolver todo nuestro esfuerzo con creces. A pesar de la sequía, las cepas tienen racimos de uva y los almendros cargan en sus ramas con su preciado fruto. El campo está lleno de vida. Estamos en plena vendimia y el rugir de las máquinas vendimiadores no descansa. Los tractores con los remolques llenos de uva camino a la bodega forman parte de la imagen icónica de este territorio. Las uvas en vaso de variedades autóctonas requieren de una vendimia manual y las cuadrillas trabajan a destajo. Normalmente se trata de cepas viejas, de más de cuarenta años, poco productivas, pero de mucha calidad como: la arcos, la forcallá, la mandó o la garnacha tintorera que algunos viticultores de la zona como: Rafa Cambra, Miguel Velázquez o Pablo Calatayud han recuperado y puesto en valor. De sus bodegas salen unos vinos extraordinarios como Maduresa, Casa Sosegada o 1771. Algunos emplean para su crianza métodos tradicionales como la fermentación en tinajas de barro enterradas. La vendimia pone punto y final al trabajo de todo un año y siempre con la esperanza de que el siguiente vaya a ser mejor.