Amistades que nunca se pierden

Los amigos del colegio y de la mili, nunca se olvidan. De los primeros puedo dar fe. Este pasado viernes vinieron a verme dos viejos amigos del colegio: Juan Carlos y José Luis. A Juan Carlos lo veo con más frecuencia porque viene a menudo a su finca de Moixent. A José Luis hacía un par de años que no lo veía. Hemos coincidido en alguna cena del colegio, pero desde hace unos años no voy. Así que decidieron darme la sorpresa y José Luis ha cumplido con su palabra porque hace tiempo me dijo que quería venir a la finca para recordar viejos tiempos.
José Luis y yo fuimos muy amigos durante la etapa del colegio El Vedat, prácticamente desde primero de EGB hasta COU, donde ya emprendimos caminos diferentes, aunque siempre vinculados al negocio familiar. Ha venido a mi casa y yo he ido a la suya en multitud de ocasiones. Esta visita ha servido para recordar viejos tiempos. Por ejemplo de cuando cogíamos las motos y nos íbamos al circo a subir las paredes de arena, pero con una mobylette cross que tenía la rueda trasera de tacos y que pese a ser una moto de 50 cc subía aquellas paredes como un demonio. Veníamos desde Valencia en autobús, cogíamos un taxi en Ontinyent hasta Fontanars. Luego Vicente nos acompañaba de regreso a Ontinyent y otra vez a Valencia en autobús. Locuras que solo a esas edades se hacen. Ni la lluvia era un obstáculo. Por aquel entonces tendríamos 12 años, aún faltaban algunos años para sacarnos el carné de conducir. En la terraza de Valencia jugábamos al fútbol y los balones caían a la calle desde un séptimo piso. Por suerte nunca pasó ninguna desgracia. Hilario, el portero de la finca, nos regañaba y con razón. Por aquellos años hacíamos matanza en la finca. Criábamos los cerdos en la porquera desde lechones y luego los sacrificábamos. Virtudes les preparaba la comida cada día a base de una pasta de harina con agua. Con el embutido que se preparaba, teníamos comida para varios meses. Una tradición rural que se ha perdido. Era una fiesta. Recordamos aquellos momentos con mucha nostalgia. Han sido muchos años de amistad y muchas anécdotas que compartir. Los buenos amigos perduran en el tiempo y José Luis es uno de ellos. Después de visitar la finca y de ir a Moixent a ver los pistachos y los viñedos de Juan Carlos, nos fuimos a comer al ‘Trajín’ donde Ismael nos preparó un delicioso arroz meloso de pollo y conejo. Una buena jornada repleta de emociones.

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