Las otras víctimas de la Guerra Civil
He leído muchos testimonios de familias represaliadas durante la Guerra Civil que son auténticamente aterradores y con los que me solidarizo. Padres e hijos que fueron arrancados de los brazos de sus madres y sus mujeres y fueron fusilados para después tirarlos a una cuneta o enterrarlos en fosas comunes.
La Guerra Civil fue despiadada, inhumana, aterradora, cruel. No hay adjetivos suficientes para calificarla. Se cometieron barbaridades por parte de ambos bandos. Entraban a las casas de madrugada, se llevaban a los hombres en camiones y nunca más se volvía a saber de ellos.
A mi abuelo José Simó Marín lo asesinaron a los pocos meses de comenzar la Guerra Civil, concretamente en el mes de octubre del año 36. En 1919 fundó la empresa textil Paduana. Era licenciado en Filosofía y Letras. No tenía ninguna vinculación con el mundo empresarial. Tenía tierras en la comarca. El motivo de crear la empresa no fue otro que dar trabajo a las personas que habían sido despedidas de otros empleos por sus ideas políticas. Paduana fue una empresa pionera desde el punto de vista social, muy adelantada en su tiempo porque hizo partícipe de los beneficios de la empresa a los trabajadores, no solo a sus accionistas.
La empresa fue incautada durante la República y pasó a manos de los trabajadores. Terminada la Guerra Civil fue devuelta a sus propietarios.
Su hermano Manuel Simó Marín era abogado y fue uno de los fundadores del Diario de Valencia, junto a Luis Lucia. Tuvo una carrera política importante, desempeñando cargos en partidos carlistas, regionalistas y católicos como el partido Jaimista, Acción Católica o la Derecha Regional Valenciana de la que fue también fundador. Fue fusilado el 1 de octubre de 1936 en el picadero de Paterna. Junto a él fueron asesinados sus hijos: José Simó Attard y Eduardo Simó Attard.
Con 15 años fue fusilado Gabriel Simó Aynat que era dos años mayor que mi padre cuando fue asesinado en Paterna.
Mi padre fue detenido con 13 años. Nació el 3 de julio de 1923. Pasó varios meses encarcelado en una checa junto a su hermano Vicente. Las checas eran las cárceles de los republicanos. Las Torres de Quart en Valencia eran utilizadas como checa. Le daban palizas a diario para que dijera donde se encontraba su hermano José que entonces tenía 18 años. Afortunadamente, nunca dieron con él porque lo hubieran fusilado al igual que hicieron con su padre y con su hermano Gabriel.
Como consecuencia de la guerra mi padre sufrió una meningitis que le dejó sin habla. Terminada la guerra fue a un colegio de sordomudos y poco a poco fue recuperando el habla, aunque le quedaron algunas secuelas de por vida.
A los milicianos les gustaba fusilar a miembros de una misma familia. Es el caso de mi abuelo con su hijo o de mi tío abuelo con sus dos hijos. Al hecho de quitarles la vida por sus ideas políticas o religiosas se sumaba, además, la crueldad de matar juntos a padres e hijos ante un pelotón de fusilamiento.
Ser católico y de derechas como era mi abuelo José Simó Marín se pagaba con la muerte.
Mi abuela Isabel Aynat nunca se quitó el luto mientras vivió. Yo siempre la conocí con un vestido negro. De pelo blanco y ojos claros, de estatura pequeña y frágil, fue una mujer valiente y luchadora que nunca se resignó a defender sus ideales.
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