Gastón

Hoy no he podido darte los buenos días como cada mañana cuando venías corriendo a por tu zanahoria. No creo que haya otro caballo en el mundo como tú. Llevábamos juntos 14 años. Has sido un caballo alegre, bueno, noble y muy inteligente. Nadie daba crédito cuando decía tu edad, pero para mí eras mi potrillo.
Todas las mañanas te acercabas relinchando a por tu porción de alfalfa, aunque te gustaba más el pienso de Inma. Un pienso especial para caballos adultos. Con el morro separabas la alfalfa para buscar las zanahorias que te mezclaba junto a la comida, pero tú siempre has sido más inteligente que yo y las terminabas encontrando enseguida. Entreabrías con el morro la ventana de madera para comer. Yo en broma se la cerraba y él enseguida la volvía a abrir. Cuando me veía por la pinada, daba golpes con la pata a la puerta para que le diera de comer. El miércoles por la mañana cuando fui a verle noté que algo no iba bien. Era la primera vez que no quería comer. Llamé enseguida a la clínica de San Vicente del Raspeig, que para mí cuenta con los mejores especialistas en equinos y a la hora y media de llamarles ya estaban en casa con una ambulancia medicalizada. Cuando vino el veterinario a verlo, el pronóstico era muy grave. Una obstrucción en el intestino delgado que requería cirugía, pero que desaconsejaba dado los años y una insuficiencia respiratoria agravada por la edad. Según me comentaba Salvador, Gastón era el caballo más longevo del historial clínico del hospital. Pocos caballos llegan a los 38 años y menos como lo hizo Gastón que hasta el último momento fue un caballo muy activo ,nervioso, y con mucha fuerza. Antes de traerlo a casa estaba en otra finca. Yo iba algunas veces a verle. Le llamaba y enseguida venía corriendo hacia donde yo estaba. Le cogí enseguida un cariño tremendo. Casualidades de la vida después de muchos años se reencontró con la persona que entonces cuidaba de él en Madrid y que hoy está conmigo de encargado de la finca: Jorge Qué bien se portaba cuando venía Vicente, el herrador a recortarle los cascos. No hacía falta ni atarlo. Yo decía que le habían hecho la manicura. Como ya no lo montaba, le quitamos las herraduras para que estuviera más cómodo. Vicente me decía que para los caballos era como llevar tacón de aguja las 24 horas del día. Los caballos son muy cabezones y tercos y Gastón no era una excepción. Cuando lo montaba y dábamos un paseo por el campo, regresábamos a casa cuando él quería. Le encantaba salir de la cuadra cuando llovía para mojarse, retozar en la tierra y buscar esos rayitos de luz cuando el sol empieza a despuntar. Coto solía pasar muchas noches con Gastón haciéndole compañía, arremolinado entre las balas de alfalfa. También las palomas hacían nidos dentro de la cuadra, buscando su compañía. Los perros se acercaban a él sin ningún temor. Los niños disfrutaban dándoles zanahorias. Ha sido un caballo muy noble y muy guapo. Recuerdo una vez que pasó por la carretera un grupo de caballos tirando de carros y cómo relinchaba de alegría al verlos. Desde la carretera se divisaba su porte erguido, su esbelta figura. Me has hecho muy feliz durante todos estos años con tu compañía. No sabes lo que te voy a echar de menos a partir de ahora.

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