El nogal de los regalos

En uno de los campos adyacentes a la finca se erigía un viejo nogal de enormes ramas que proporcionaban una agradable sombra durante los calurosos días de verano. Un viejo nogal que ha sobrevivido al paso del tiempo con enorme entereza. Testigo de innumerables vivencias en su longeva vida. Una gruesa corteza rodea su tronco robusto. Las ramas secas se desprenden y otras nuevas las reemplazan. Sus raíces profundas y su sombra protectora, sus largas y estiradas ramas, escondían un secreto.
A Bruno le gustaba trepar por sus intrincadas ramas, subir a lo más alto y divisar los campos de viña y almendros, que se pierden en el horizonte, bajo un sol radiante. Jugaba a ser pirata de un barco a la deriva en busca de un tesoro. Se había construido una especie de catalejo para divisar los barcos enemigos y preparar el abordaje. A pesar de su corta edad había leído innumerables novelas de aventuras. A Stevenson, Dafoe, Julio Verne.. Cuando aterrizaba en el mundo real, al pequeño Bruno le gusta ir a recoger las nueces. Las guardaba en una bolsa de plástico. Con su madre al lado de la chimenea las partían y las preparaban para freírlas en una sartén con aceite. Sobre este árbol existe una leyenda que no todo el mundo conoce. Los más viejos del lugar cuentan que fue plantado por un viajero que todas las semanas pasaba por ese camino con su carro viejo y destartalado. Un día se detuvo donde hoy se erige este majestuoso árbol y enterró una semilla que guardaba con sumo cuidado en el bolsillo de su abrigo. Aquel árbol tenía unos poderes especiales. Cuando llegaba la Navidad, el árbol se llenaba de regalos. Nadie sabía cómo y de qué forma habían llegado hasta allí, pero todos los niños del pueblo esperaban entusiasmados los regalos. Era un día de celebración. Ningún niño se quedaba sin regalo. Desde entonces se le conoce como el nogal de los regalos. Estas pasadas navidades hubo también regalos para quien suscribe estas líneas que se emocionó como un niño al verlos.

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